La actividad física es esencial para la prevención de enfermedades y para mantener y mejorar la salud en todas las personas a cualquier edad.
También, permite comunicarse de manera efectiva, construir relaciones saludables, empatizar con los demás y llevar a cabo una vida más sana y productiva.
Además, contribuye a la prolongación de la vida y a mejorar su calidad, trayendo consigo beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales.
(Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, s.f.).
La actividad física reduce el riesgo de padecer enfermedades:
Cardiovasculares.
Hipertensión
arterial.
Cáncer de
colon.
Diabetes.
(Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, s.f.).
El ejercicio físico constante
mejora la elasticidad de los
músculos y la capacidad para
hacer esfuerzo sin fatiga.
La práctica de la actividad física brinda protección contra las lesiones más comunes que sufren las personas sedentarias como:
Esguinces de tobillo.
Desgarres musculares.
Luxaciones.
Fracturas de huesos largos.
(Tapia et al., 2012).
La actividad física es importante
como tratamiento y prevención de la obesidad, porque ayuda a mejorar y a mantener una composición corporal más saludable.
Por ejemplo: Si se comparan dos
personas con igual peso y una de
ellas tiene mayor porcentaje de
grasa y menos porcentaje de
músculo, ésta persona tiene mayor riesgo de padecer enfermedad cardiovascular.
(Tapia et al., 2012).
Los huesos y los músculos responden favorablemente al
ejercicio.
La mayoría de las personas
alcanzan el punto máximo de
densidad ósea entre los 20 y los 30 años de edad.
A partir de esa edad la densidad ósea empieza a disminuir.
La densidad ósea es el nivel más alto de resistencia y fuerza de los huesos.
(Osteoporosis And Related Bone Diseases National Resource Center, 2018).